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En un
retablo lateral de la nave central del Templo de San
Francisco, se representa a la imagen de Cristo Crucificado con una pintura
de las Ánimas del Purgatorio. Acompañan las figuras de
Juan evangelista y María.
Con la
presencia de la imagen de Cristo inmolado en la Cruz, se
motiva a la oración y súplica por las ánimas del purgatorio
para que, una vez purificadas, puedan alcanzar la
Luz y la
Paz
Eterna, haciendo propicio para ellas la misericordia de Dios.
Desde los primeros
tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos. En
efecto,
según el
Concilio de Trento, en 1563, durante el tiempo del Sumo
Pontífice Pío IV se manifestó "...que hay Purgatorio; y que
las almas detenidas en él reciben alivio con los sufragios de
los fieles, y en especial con el aceptable sacrificio de la
misa;..."
Según biógrafos, el
Hermano Pedro acostumbraba llevar una bolsita de mano
en la que guardó pequeñas cedulitas o "papelitos" con nombres
de difuntos para orar por ellos.
El cronista
Manuel Lobo, escribió:
...el Hermano Pedro
"Fue tan solícito procurador de las almas del purgatorio que
parece que no daba paso ni hacía obra que no fuese ordenada a
abreviarles las penas y trasladarlas a la gloria".
Por su parte, el historiador
Mario
Gilberto González, indicó:
"Las manos de Pedro hicieron sonar, los lunes por las
noches, una campanilla que alertaba a quienes habían desviado
el recto camino de sus vidas y la necesidad de rogar por las
ánimas del purgatorio".
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En la
actualidad, la referida bolsita y la indicada campanita
se encuentran resguardadas en el Museo del Santo Hermano
Pedro.
Bolsita de mano
Campanita |
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Así se observa este
Mural - Retablo:
Fotografía
de CCN. Todos los derechos
reservados.
Una narrativa…
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En recorrido efectuado hacia el Templo de El Calvario en la época de Cuaresma y Semana
Santa, para apreciar el Altar de Velación y Huerto allí
preparado en el 2013, nos encontramos con el Señor José Eliseo
Pérez De León, quien
daba la bienvenida a los visitantes que ingresaban a dicho
Templo.
El Señor
Pérez De León
es Presidente de la Hermandad de Jesús Nazareno del Silencio
del Templo de El Calvario; Promotor de la Tercera Orden
de San Francisco; y Ministro de Comunión tanto en el Templo de
San Francisco, Santuario del Santo Hermano Pedro, como en el
referido Templo de El Calvario.
Al solicitar a él que nos mencionara algún hecho relacionado
con el fervor religioso, gustosamente nos expresó el siguiente
relato que hizo de su conocimiento una devota vecina residente
en la periferia de la ciudad colonial:
Dijo que ella ha tenido por costumbre llegar al Templo de San
Francisco a rezar al Cristo de las Ánimas por el sufragio del
alma de un familiar fallecido, y también por las Benditas
Ánimas del Purgatorio, encendiéndoles velas y rogando para que
ellas encuentren la Luz y la Paz Eterna que necesitan;
evocando así la devoción que en su época tenía el ahora Santo
Hermano Pedro de San José de Betancur.
Después de algún tiempo que se había ausentado de esa
edificación religiosa y de efectuar aquella piadosa devoción,
ella iba caminando por el atrio del Templo de San Francisco,
Santuario del Santo Hermano Pedro, cuando amablemente se le
acercó un fraile franciscano, con su cotidiana indumentaria
(hábito
-sayal-
y cordón) y con un rostro “con barba”, es decir
sin afeitar, quien le comentó que ya no la había visto orar en
dicho Templo. Ella, con toda franqueza, le respondió que había
perdido su empleo de oficios domésticos y que ya no disponía
de dinero para comprar velas. El fraile franciscano la animó
diciéndole que pronto solucionaría su situación y,
gentilmente, se despidió.
En la siguiente oportunidad que se dirigía al Templo de San
Francisco, ella encontró a un caballero vestido de negro,
quien le preguntó si tenía interés en un trabajo de oficios
domésticos, pues la madre de él contrataría a una persona; por
lo que le dio la dirección de su casa.
Emocionada, ella fue a la dirección que aquel hombre le
indicó. Al llegar, fue recibida por una señora quien,
asombrada, le preguntó cómo sabía de tal empleo si a nadie se
lo había comentado; a lo que la solicitante respondió: “fue
su hijo quien me dio su dirección”. La señora,
sorprendida, invitó a pasar a la mujer y le enseñó una
fotografía que estaba en un cuadro colgado en la pared,
preguntándole si era él quien le había informado, respondiendo
aquella mujer “sí, él fue”. La señora irrumpió en
llanto porque su hijo ya había fallecido. Y al considerar que
ésa era la voluntad de él, la señora concedió el trabajo
solicitado.
Con el deseo de agradecer personalmente al fraile franciscano
en mención, la devota vecina se dirigió al Templo de San
Francisco pero al llegar le indicaron que, en la actualidad,
en dicho Templo no hay frailes franciscanos con un rostro
“con barba” y que a la hora mencionada por ella no habían
frailes en el atrio de dicha edificación religiosa porque
todos se encontraban reunidos realizando actividades
previamente definidas.
Aquella mujer finalizó su relato diciendo que se quedó con la
inquietud de saber quién fue aquel fraile franciscano
“barbado” que le dio ánimo en la búsqueda de trabajo;
y de entender cómo pudo comunicarse con aquel caballero
vestido de negro que le refirió un trabajo que ella tanto
necesitaba.
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Fuente:
Itinerario de un peregrino en una "Ciudad Mística", La
Antigua Guatemala (Ediciones Provincia Franciscana "Nuestra
Señora de Guadalupe" de Centro América y Panamá).
Templo de San Francisco,
Santuario del Santo Hermano Pedro. Museo del Santo Hermano
Pedro. Folleto: Las Manos de Pedro, Mario Gilberto Gonzáles. Ermita
del Santo Calvario (Templo de El Calvario).
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