Es conocida la importancia que a través de los siglos la
Iglesia ha otorgado al arte religioso: no sólo en los aspectos
inherentes a la liturgia, sino proponiendo el arte como
instrumento de evangelización y catequesis en la transmisión
de la Fe. Ya lo notaba el papa San Gregorio Magno, en el siglo
VII, hablando de las pinturas en las iglesias: “Se pintan las
iglesias con imágenes, porque los que no saben leer, viendo
las paredes, leen lo que no pueden hacer en los libros”.
En la época colonial en Guatemala y en toda América Latina,
los retablos -aparte de su función como respaldo y
enmarcamiento del altar- fueron construidos con un propósito
claramente didáctico: inculcar la doctrina cristiana de manera
gráfica, como lo hicieron las pinturas murales en la historia
secular de la Iglesia. Este propósito de evangelización,
materializado en los retablos mediante una presentación
sugestiva y atrayente, resultaba ser una lección gráfica
cuidadosamente planeada para la exaltación de la Fe cristiana.
En el presente caso, el Retablo mayor de la Ermita del Cerrito
del Carmen tiene 5.60 metros de alto y 6.89 metros de ancho, y
es obra de un ignoto artista guatemalteco que lo construyó en
1745, año de la dedicación de la Ermita que actualmente
contemplamos. Fue una obra realizada en uno de los mejores
talleres de ebanistería de la recordada ciudad de Santiago de
los Caballeros, cuando la capital del Reino de Guatemala
residía todavía en el Valle de Panchoy, en la actualidad, La
Antigua Guatemala. Lleno de belleza y enseñanza, dicho Retablo
es considerado por los expertos en la materia como uno de los
mejores ejemplares del estilo ultrabarroco existentes en el
país. Del estilo ultrabarroco colonial, típico de mediados del
siglo XVIII, tiene el sello de la multiplicidad y suntuosidad
de elementos florales que lo enriquecen y a la vez lo
embellecen.
Actualmente, la Ermita del Cerrito del Carmen cuenta con un solo
Retablo, el mayor. En sus orígenes tenía cinco más, colocados
en ambos lados de la nave de esa edificación religiosa. Se
perdieron, con todos sus bienes de imaginería y pintura, a
consecuencia de los terremotos ocurridos en 1917 y 1918, que
originaron serios daños a esta Ermita. Milagrosamente, el muro
de fondo sobre el cual descansaba el indicado Retablo quedó de
pie.
Ese Retablo mayor está dedicado a Nuestra Señora, bajo la
advocación del Carmen. Para su elaboración, el maestro artista
que lo ideó y, con él y bajo su dirección, los ebanistas,
ensambladores y pintores unieron sus mejores esfuerzos para
exaltar y magnificar la gloria de María. Este mensaje
doctrinal-mariano viene expresado en el monograma I.M.R [con
una A dentro de la M], colocado por encima del camarín de
Nuestra Señora. Dicho monograma reproduce las iniciales de las
palabras latinas
Inmaculatae Mariae Reginae, que traducidas
al español significan:
A la Inmaculada María Reina.
Dicho Retablo, como obra artística, ha despertado siempre el
interés y admiración de propios y extraños. Su importancia no
reside sólo en lo estrictamente religioso, pues llama también
la atención de los amantes de la historia y de los estudiosos
del arte, por ser un monumento de especial importancia en el
ámbito de la historia y arte colonial de Guatemala. Eso llena
de orgullo pero conlleva también una responsabilidad en lo que
corresponde a su conservación.
En concordancia con el
Año Jubilar
Mariano,
programado en el Cerrito del Carmen para conmemorar, en el
2013, los cuatrocientos años de la primera ermita levantada en
1613 para dedicarla a Nuestra Señora del Carmen, los miembros
del Comité de la Ermita del Cerrito del Carmen y su Rector, se
comprometieron a restaurar el referido Retablo mayor.
Confiados en la Providencia de Dios y en la asistencia de la
Santa Patrona, más que en las fuerzas propias, se inició la
ardua tarea de la restauración. También alentó la feliz
coincidencia que la festividad religiosa en la Ermita del
Cerro del Carmen, a la que se ha hecho referencia, podía tener
con el
Año de la Fe,
convocado por el Papa Emérito Benedicto XVI, para toda la
Iglesia, en esa oportunidad.
Conscientes que el mencionado Retablo -como la misma Ermita y
todo el Cerrito del Carmen- fue declarado monumento nacional
de tipo A, y como tal queda protegido por la ley, antes de
iniciar la restauración se solicitaron las autorizaciones
pertinentes, mismas que fueron otorgadas por el Instituto de
Antropología e Historia del País.
Tras el estudio sobre el estado real del retablo, y al contar
con aportaciones y donaciones de diferentes bienhechores e
instituciones, se iniciaron los trabajos el día lunes de la
primera semana de septiembre de 2012; no sin antes haber
pedido la bendición de Dios, para el buen éxito del proyecto,
con una misa de rogación celebrada en día domingo en la que
estuvieron presentes los restauradores, benefactores y la
feligresía de la Ermita del Cerrito del Carmen.
El inicio del largo proceso de la restauración consistió en el
desarmado del Retablo; pieza por pieza, de arriba hacia abajo,
cuidando la enumeración y clasificación de cada una de ellas.
Es oportuno señalar que el Retablo se integra con cuarenta
piezas de madera de cedro, cubiertas de oro fino, grandes unas
y pequeñas otras; y ocho pinturas en óleo sobre madera de
cedro.
Detectados los daños y el deterioro de algunas piezas, se
enviaron a dos pequeños talleres dispuestos en áreas de la
propia Ermita: de carpintería uno y de pintura el otro. La
restauración propiamente dicha se inició con las pacientes y
minuciosas labores de limpieza, sin dañar el oro de las
maderas y los colores de las pinturas. Luego, se procedió a
sanar, recuperar o reponer los elementos consuntos, dañados o
perdidos, empleando exclusivamente el cedro, la misma madera
del retablo; hasta culminar el largo proceso de la
restauración con la colocación de las láminas de oro (23
kilates), de la misma buena calidad del original, en aquellas
partes de las maderas que las necesitaban.
Como quedó indicado
anteriormente, el Retablo de referencia contiene ocho cuadros
con pinturas sobre madera de cedro. Siete de ellas son obras
de un mismo artista guatemalteco. Dichas pinturas están
colocadas entre vistosos marcos finamente tallados. El
elemento iconográfico que une y caracteriza a cuatro de dichas
pinturas reside en el hecho de pertenecer directamente a la
familia carmelita, de la cual Nuestra Señora del Carmen es
Madre y Patrona.
Todas las pinturas
tienen un gran valor histórico, artístico y cultural. Quieren
ser una página de la historia y mariología abierta a todos, y
a la vez pretenden motivar en los fieles la devoción hacia la
advocación mariana del Carmen.
En la restauración de las ocho pinturas, consideradas con
razón parte integrante y esencial del Retablo, se tuvo un
particular cuidado en la limpieza, la protección y
recuperación de los colores, las tonalidades, las luces y las
sombras que el autor original había logrado para su obra.
Coherente con el acucioso y largo proceso de la restauración
de la madera y de las pinturas, un especial cuidado fue puesto
también en sanar el muro de fondo destinado a recibir el
Retablo restaurado. Se trata de aquel muro que,
milagrosamente, soportó los terremotos ocurridos en 1917 y
1918.
Con interés creciente y dedicación, se llegó a la última fase
de la restauración consistente en la colocación de las piezas
en su propio lugar. Como en un mosaico, las grandes y las
pequeñas, de abajo hacia arriba, cuidando en extremo la
consolidación de las mismas y el fortalecimiento de todo el
conjunto.
Fue así como el retablo, al recuperar su original esplendor,
volvió a su lugar para la gloria de Dios y alabanza de Nuestra
Señora, bajo la advocación del Carmen. Fue ofrecido el sábado
29 de junio de 2013 con la celebración de una misa de acción
de gracias celebrada la misma Ermita del Cerrito del Carmen.
Así se aprecia el
ya restaurado y referido Retablo mayor:
Retablo mayor de
la Ermita del Cerrito del Carmen
Fuente:
Fotografía exclusiva de CCN. Todos los derechos
reservados.
Al igual que la fachada de la misma edificación religiosa,
este Retablo también tiene tres cuerpos. Al centro del
primer
cuerpo, se encuentra el camarín de...
Imagen de Nuestra Señora del Cerrito
del Carmen
Fuente:
Fotografía exclusiva de CCN. Todos los derechos
reservados.
Los cuadros de
pinturas del primer cuerpo, a la derecha y a la izquierda de
la Patrona, representan a San Joaquín y a Santa Ana, los
padres de Nuestra Señora. En esos cuadros restaurados puede
apreciarse con claridad la presencia de querubines; y como uno
de ellos coloca una corona de flores sobre la cabeza de cada
uno de los santos.
En el segundo
cuerpo, en tamaño menor, dos cuadros de pinturas representan a
monjas carmelitas que corresponden a Santa Joana y a Santa
Cirila.
En el tercer
cuerpo, al centro, se encuentra el cuadro de pintura que
representa a San José, esposo de María, con el Niño Jesús en
los brazos. A los lados de San José, se aprecian dos
cuadros de pinturas que representan a otras dos monjas
carmelitas que corresponden a Santa Ángela y a Santa Teresa
del Niño Jesús.
También, en
el retablo se aprecia el cuadro de una pintura que representa
a San Juan Bautista, quién señala a El Cordero de Dios
[Jesús].
Esta pintura se encuentra en la puertecilla del tabernáculo,
entre un marco artísticamente tallado.
Reflexión
Conscientes que la belleza se identifica con Dios y que, como
la verdad, tiene la fuerza de dar alegría al corazón humano,
se abriga la esperanza que el retablo restaurado, lleno de
belleza, despierte en los feligreses la admiración, y con ella
la nostalgia de Dios y el deseo de la espiritualidad para
fortalecer la Fe cristiana, contribuyendo con ello a la Paz y
al bien de Guatemala.
Fuente:
Bruno Renato Frison: La Ermita del Cerro del Carmen (2000);
Cerrito del Carmen, Pasado y Presente (2008); Año Jubilar
Mariano en el Cerrito del Carmen 1613-2013 (2012); y Retablo
mayor de la Ermita del Cerro del Carmen 1613-2013 (2013).
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